RETRATO EN BLANCO

a Julio César Alonso

El fantasma me visita
ausculta mis sentidos
me trae cofres
barajas.
Nos reímos
entramos a un viejo bodegón
a tomar vino caliente
hablamos de Foster
de las “llamadas”
de ese Montevideo que amó tanto
del paisito pájaro pintado
putas con sabor a anís
y estrellas en la pelvis
del aroma a óleo, a cerámica
a la sangre del amor suicida
y a retratos de agua temblando entre las llamas.
Me habló de su locura
de la ironía de llamarse Julio y morir en octubre…
me dijo que el amor se alimenta de alas
y que las cenizas son sólo asuntos del corazón
que ya no quedan lágrimas, ángeles, ni sueños
ni siquiera besos clandestinos
y que es espantosamente duro irse para siempre.
Por eso resucita en mi recuerdo
renace en los tambores de un amigo

se erecta
se rebela
enrojece la voz como nunca
y vuela

monta caballos mojados, encrespados, de largas crines blancas
ondea fulgores de perla
llueven estalagmitas y estalactitas de cera,
humo, flores, cometas
y todo ese enjambre de aire plateado con aroma a jazmines que traen los muertos
y baila para mí
un candombe de fuego
lunas calientes
paraísos debajo del mar
peces y brasas rozan mis pezones
e inundan mis ojos de espejos
enarbolando vida por los cuatro costados
cuatro vientos sur-norte-este-oeste
sopla colores vitales, secretos
grutas encendidas, nitrógeno
alientos, magias, designios y mensajes
dejándome el asombro
de que tanto estallido
emane de un muerto.

Nélida Martinelli, febrero 22 de 2006