DORA
- 4 –
Dedicado a R. S.
Creo que lo primero
que me unió a Dora fue la música: Corría el año 2001 y en nuestro país,
Argentina, vivíamos las consecuencias de las políticas económicas neoliberales,
por lo tanto, la mayoría de la población teníamos problemas de trabajo y de
dinero… muy similar a los tiempos que actualmente vive Europa.
Por medio de gente
amiga conseguí un empleo que me ocupaba los fines de semana, debía hacer de
“dama de compañía” a una señora mayor;
Cuando conocí a
Dora, la observé sonriente, redonda y sentada en un sillón donde pasaba la
mayor parte del día, ya que apenas podía caminar.
Nos presentaron e
inmediatamente sentí en sus ojillos la complicidad que da la empatía entre dos
desconocidas
Dora estaba oyendo
Radio Jai, como lo hacía siempre que desayunaba. A mí, que me apasiona la
música, escuchar esas melodías orientales me atrajo a tal punto que cuando ya
hacía un tiempo que trabajaba allí, le servía a Dora su café con leche mientras
bailaba en estilo pretendidamente árabe. Ella reía y cierta vez, al notar mi
condición de melómana me mostró sus álbumes: Tenía de todo, desde ópera,
zarzuelas, tangos, etc.
-¿Porqué camina tan
poco, usted? –le pregunté una tarde.
-Me cuesta mucho.
–respondió.
Fui hasta el centro
musical y elegí música española: un pasodoble furioso golpeó el aire como un
chorro de alegría.
“Pasodoble te quiero / porque tienes en tu alma lo mejor del mundo
entero…”
-Venga, vamos a
bailar este pasodoble –dije tomándole las manos- ¡Arriba!
-No, no… -profirió
asustada- pero con mi fuerza hice que se levantara y al son del ritmo, con
mucho cuidado y delicadeza, conduje a Dora por las habitaciones, ella no paraba
de reír. Así todas las veces que asistía a su casa practicábamos esas
“caminatas” danzadas.
Nos hicimos grandes
amigas y hasta nos contábamos nuestras intimidades, me encantaba cuidarla y
mirar películas junto a ella, cuando en los filmes se exhibía alguna escena de
amor, yo la codeaba sonriendo y le susurraba:
-¿Se acuerda Dora,
se acuerda?
-Sí. Jijiji
Entonces le contaba
el cuento del viejito Don Juan.
-“¿Hace mucho tiempo
que no hace el amor, abuelo?” –exclamaba yo, y revoleando mi brazo en grandes
círculos me contestaba _”Uhhhhh”. Dora festejaba el chiste con sus carcajadas.
Sus dos hijas, una médica
y la otra maestra, venían asiduamente, eran
mujeres de mi generación, amables, pero serias, muy serias, de hecho que
ni por asomo podría contarles las bromas que narraba a su madre, pero cuando el
viento ululaba y sacudía la gran ventana
balcón, moviendo mi brazo en redondel le exclamaba a Dora.
-¡¡¡Uhhhh!!! –y nos
reíamos, ante la mirada interrogante de las hijas.
Entre sus parientes
se encontraba Aarón: Aarón era un tipo antipático y extraño, flaco, alto y con
rostro afilado. Aparecía cuando el tiempo se hallaba inclemente, por tormentas
o grandes ascensos o descensos en la temperatura, por tal motivo, cuando
arreciaba una fuerte lluvia y caía granizo, con mi mejor cara de inocente le
anunciaba a Dora.
-Seguro que Aarón
debe estar preparándose para venir.
Dora me imitó: En
las tardes de 40º a la sombra o cuando los truenos hacían temblar las ventanas,
sentenciaba.
-Hoy nos visitará
Aarón. -¡Y muchas veces acertábamos!
A veces le leía cuentos
de Chejov o escuchábamos a Bach, Dora era una señora cultísima, ella quería ver
el film de Polansky “El Pianista”, pero sus hijas dijeron que no era
recomendable, podría evocarle a sus familiares de Varsovia, ya que Dora poseía
una sensibilidad muy fuerte. Ella insistía en la pena que le ocasionaba no poder ver la
película, decidí contársela, con todo el suspenso que tenía, pero en un acuerdo
con ella, los momentos más crueles los obviaría.
-Ya sabe,
Dora, Wladyslaw Szpilman ingresa al
Campo de Concentración, pero luego escapa…
-Qué bien que
narrás, es casi como ver el video –comentó al finalizar.
A veces, cuando
comenzaba mi trabajo y Dora había estado demasiado tiempo sentada, eso le
impedía expeler los gases de su vientre, y si tenía deseos de ir al baño se
avergonzaba, yo le insistía que no me
molestaba ayudarla a llegar hasta el aseo, la invitaba a pararse, mientras que
le cantaba la marcha del Partido Radical:
-“¡Adelante radicales / adelante sin cesar!”
Pero ella, la
pobre, ni más bien despegaba las nalgas del sillón, comenzaba a “tronar” todos
los flatos reprimidos.
-¡Ay, qué
vergüenza, qué vergüenza! –exclamaba con mortificación, entonces a medida que la llevaba por el pasillo, yo la
emprendía con la Marcha Peronista.
-“¡Los muchachos peronistas / todos unidos triunfaremoooosss!”
Cantaba y ella reía
a más no poder, tanto, que los sonidos se hacían más seguidos y estruendosos
porque la risa le incidía en las tripas.
Al posarse en el
inodoro le entonaba La
Internacional
-¡”Arriba los pobres del mundo / de pie los esclavos sin pan…!”
-¡Pero esa es la Marcha Comunista ! –decía ella
asombrada.
-Claro, ahora viene
el bombardeo… jajaja
De este modo nos divertíamos
ingenuamente, yo lo hacía para que ella se sintiera menos abochornada por las “traiciones”
de su órgano digestivo.
Llegó un día muy
lúgubre para mí, me hallaba gravemente enferma y debía operarme con urgencia,
igual me presenté a su casa, no quería dejar a Dora sola.
Fue una de las pocas
veces que la encontré parada esperándome, en sus manos traía una bolsa.
-Es para vos –musitó con tristeza- un regalito.
Al mirar el
contenido de la bolsa, observé dos toallas y un camisón.
-Porque sé que te
van a internar… -dijo ahogada- Sentí que las lágrimas me invadían los ojos,
hacía dos décadas que había dejado de ser hija y ahora estaba Dora delante de
mí, con su gesto maternal y dolido.
Mi convalecencia
fue larga, duró un año y no pude trabajar más para Dora, no debía realizar
esfuerzos, la cirugía intestinal no me lo permitía, igual iba a saludarla, le
preguntaba por sus hijas, por Aarón y sus apariciones fantasmales…
En ese tiempo noté
con preocupación que Dora había engordado, la pasaba continuamente en su cama y
no caminaba más.
-Sabés, las señoras
que me han atendido desde que te fuiste no han sido malas, pero nadie es como
vos…
Me despedí
besándola en ambas mejillas y bajé por el ascensor con inmensa tristeza. Pocos
días después, sus hijas me anunciaron que Dora había partido para siempre… fue
cuando sentí todo el amor que puede otorgar
una amistad cuando se atraviesa el avatar de estar rozando abismos al
mismo tiempo y reconocerse pares en el dolor, por eso he querido retratarla en
este cuento real, para que su llamita compañera siga a mi lado para siempre y
me contagie su vitalidad y alegría a través del recuerdo.
Nélida
Martinelli, Febrero de 2012
De la Serie "Cuentos Contra la Muerte"
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15 comentarios:
A las 8 de marzo de 2012, 10:18 ,
Antonio Urdiales ha dicho...
Un relato encantador y ameno, que me ha sido grato disfrutar.
Un saludo.
A las 8 de marzo de 2012, 15:36 ,
Anónimo ha dicho...
Gracias, Antonio.
A las 9 de marzo de 2012, 20:28 ,
Carmela ha dicho...
"....sentí todo el amor que puede otorgar una amistad cuando se atraviesa el avatar de estar rozando abismos al mismo tiempo y reconocerse pares en el dolor..."
Hay seres tan especiales que aunque se vayan ... nunca se van del todo.
A las 10 de marzo de 2012, 12:08 ,
Anónimo ha dicho...
Hermoso recordar esa época, donde nos encontrábamos a tomar mate y me contabas todas estas vivencias!!!!! sos un ser especial y ella tuvo el gusto de tenerte en los últimos días, hermoso cuento!!!!Stella
A las 11 de marzo de 2012, 18:42 ,
Nélida Martinelli ha dicho...
Gracias, Stella... y yo tengo la suerte de conocerte a vos y de haber la conocido a ella. Compensaciones que te da la vida.
Abrazos
A las 15 de marzo de 2012, 9:13 ,
MA ha dicho...
Gracias amiga bloguera por compartir tu relato.
La distancia dicen que es el olvido... pero cuando hay verdadero caríño y amor no hay distancias ni olvido.
Besos de MA.
El blog de MA.
A las 15 de marzo de 2012, 20:43 ,
Nélida Martinelli ha dicho...
Gracias MA, sos un encanto"!
A las 17 de marzo de 2012, 4:52 ,
Javier Muñiz ha dicho...
Hola Nélida...regreso ligero de equipaje a tu hermosa casa, aquí me quedo, un placer, pasa buen día, besos soleados..
A las 5 de abril de 2012, 6:31 ,
Anónimo ha dicho...
la complicidad de los ojos...cuando sabemos,
que todo lo dejamos atrás...en el viento de la vida,
será recogido por la mirada cómplice..de la empatía.
que hermosa manera de mirar unidos..el cielo y la tierra.
hermoso y entrañable tu relato Nélida.
saludos.
A las 6 de abril de 2012, 23:50 ,
Loli Salvador ha dicho...
Un texto que nos describe la experiencia humana, la amistad, las circunstancias vividas entre dos, también se percibe en él tu habilidad para conectar con las necesidades de Dora y con sus sentimientos.
Con tu permiso, me quedo un rato para leer otros relatos.
Un abrazo.
A las 31 de mayo de 2012, 11:17 ,
Nélida Martinelli ha dicho...
Tarde pero seguro, gracias Carmela por tu mensaje
A las 31 de mayo de 2012, 11:19 ,
Nélida Martinelli ha dicho...
No hay distancia ni olvido, y tampoco el tiempo que pasó de tu comentario, yo estuve luchando con una quimio preventiva que me pegó mal y ahora retomo los blog, pronto visitaré el tuyo 'Han pasado dos meses!!!!!! Abrazos mil
A las 31 de mayo de 2012, 11:20 ,
Nélida Martinelli ha dicho...
Gracias Vito, tu nombre me trae recuerdos, mi padre se llamaba Vito y mi abuelo Vito ¡Qué nombres tan preciosos y modernos!
A las 31 de mayo de 2012, 11:21 ,
Nélida Martinelli ha dicho...
Saludos a vos Artadi y gracias por compartir mi blog. Un abrazote
A las 31 de mayo de 2012, 11:21 ,
Nélida Martinelli ha dicho...
Para mi es un honor que me visites, Loli
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