DEFINICIONES PARA ESPERAR MI MUERTE
Puedo cerrar los ojos
lejos de las pequeñas sonrisas que conozco.
Escuchando estos ruidos recién llegados.
Viendo estas caras nuevas.
Como si de pronto
los mil lentes de la locura
me trasladaran a un planeta ignorado.
Estoy lleno de voces y de colores
que juraron acompañarme hasta la muerte
como amantes resignadas
al breve paso de mi eternidad.
Sé que hay recuerdos que querrán abandonarme
sólo cuando mi cuerpo hinche un hormiguero sobre la tierra.
Sé que hay lágrimas largamente preparadas para mi ausencia.
Sé que mi nombre resonará en oídos queridos
con la perfección de una imagen.
Y también sé que a veces dejará de ser un nombre
y será sólo un par de palabras sin sentido.
Estoy lleno de voces y de colores.
Unas veces recogidos en el sonambulismo de la marcha.
Otras, inventados tras mi propia soledad.
Con ello se integrará un cortejo final de despedida.
Se cambiarán en lágrimas y palabras piadosas.
Pero hoy, en medio de lo que todavía no he podido amar,
evoco a los marinos encerrados en las paredes altas de la tormenta;
a los soldados caídos sobre las yerbas lejanas;
a los peregrinos que duermen bajo la sombra de árboles innominados;
a los niños que yacen contemplando el yeso de los hospitales
y a los desesperados, que entregan el último gesto
frente al paisaje final e instantáneo de la demencia.
HOMERO MANZI, ARGENTINA
lejos de las pequeñas sonrisas que conozco.
Escuchando estos ruidos recién llegados.
Viendo estas caras nuevas.
Como si de pronto
los mil lentes de la locura
me trasladaran a un planeta ignorado.
Estoy lleno de voces y de colores
que juraron acompañarme hasta la muerte
como amantes resignadas
al breve paso de mi eternidad.
Sé que hay recuerdos que querrán abandonarme
sólo cuando mi cuerpo hinche un hormiguero sobre la tierra.
Sé que hay lágrimas largamente preparadas para mi ausencia.
Sé que mi nombre resonará en oídos queridos
con la perfección de una imagen.
Y también sé que a veces dejará de ser un nombre
y será sólo un par de palabras sin sentido.
Estoy lleno de voces y de colores.
Unas veces recogidos en el sonambulismo de la marcha.
Otras, inventados tras mi propia soledad.
Con ello se integrará un cortejo final de despedida.
Se cambiarán en lágrimas y palabras piadosas.
Pero hoy, en medio de lo que todavía no he podido amar,
evoco a los marinos encerrados en las paredes altas de la tormenta;
a los soldados caídos sobre las yerbas lejanas;
a los peregrinos que duermen bajo la sombra de árboles innominados;
a los niños que yacen contemplando el yeso de los hospitales
y a los desesperados, que entregan el último gesto
frente al paisaje final e instantáneo de la demencia.
HOMERO MANZI, ARGENTINA
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