ELEGÍA A UN COMPAÑERO DE BAILE
a Enrique
El conocía el olor de madrugadas,
escotes perfumados
giros y voleos
pausas, Pugliese, mate, piso embaldozado…
Tenía la piel terrosa, zapatos impecables
lustrosos, negros… más negros que su signo.
Cuando sonreía, toda su cara sonreía, su alma sonreía
sonreía desde el pelo hasta el pie.
Y bailaba, bailaba, en esas noches tangueras
que lo vieron por Alsina (como el tango, claro).
Sereno y serio
ángel antiguo
volando por las calles del Sur
sin La Yumba ni El Arranque
poderosamente solo
entre El Puntazo y la muerte.
Nélida Martinelli
septiembre 6 de 2014