poemasdelatinoamerica

sábado, 28 de noviembre de 2009

“LOS MUERTOS QUE VOS MATÁIS”

a Carmela


Los muertos odian la muerte
van al mercado a charlar con las señoras
se entretienen leyendo libros antiguos
pasan totalmente inadvertidos en la avenida comercial
a su lado se deslizan caras multicolores
comprando corpiños dictados por la televisión
perros a la moda
comida sin proteínas…
Los muertos aman los huevos, el arroz, las manzanas jugosas
el mordisco de los amores verdes que miran sin envidia.
Los muertos suelen ser claustrofóbicos:
aman el mar, los árboles, los gatos callejeros
las mariposas de agua que golpean la ventana.
Sus recuerdos no importan demasiado
salvo a otros muertos que aman la vida
y luchan por limpiar el aire, la tierra, la violencia…
Los muertos sueñan con paraísos humanos
admiran la risa, el lenguaje frutal, el hechizo de la piel
el incendio de redes malditas,
Elevan la sabiduría, la verdad, la justicia
caminan sobre las estrellas
hacen equilibrio entre sus lágrimas
no son mercadería de consumo
muchas veces los echan de las calesitas
y suben el volumen para no escucharlos
sufren el desprecio de su bajo costo
y en ocasiones sienten dolor
ante la estupidez instituida.
Los muertos tienen una fuerza de ciclones
enarbolan VIDA por los cuatro costados
¡Saben que gozan de buena salud!

NÉLIDA MARTINELLI – Argentina

sábado, 14 de noviembre de 2009

OSCURIDAD Y LLAMAS

a Poni Micharvegas

Alguien me dice:
te acompaño en estos momentos difíciles.
No lo conozco.
Es un fantasma cibernético
un amigo del aire
un amigo del oasis de arena
un amigo que se mete en mi sangre
y me inscribe su letra de molde
inventa una presencia caliente,
con venas. carne y hueso
como eran los amigos de antes:
Una mano transparente emite luz
y me acaricia la espalda
y me comprende inventa un acuario de peces voladores
sirenas fosforescentes que me convidan frutas,
duendes, bosques, fogatas, licores...
y nadamos juntos en un mar inocente,
tibio, lleno de pan y verdad:
un lugar donde amor y justicia se fusionan.
Un amigo que me ofrece el hombro
donde apaciguar mi angustia
depositar la llama gris
el viento ácido de las lágrimas
el alcohol y la locura
la idiotez con cara de dios bueno
el musgo de las paredes malditas
las almohadas tóxicas.
Un amigo que me dice:
te acompaño en estos momentos difíciles,
es sin duda un amigo
es sin duda un gran hombre
alguien que ha derribado las botellas
los mensajes, las paredes, la mentira,
la estupidez con cara de fotografía sonriente,
las trabas de los ineptos, los indultos de los asesinos,
los portaligas de la decadencia.
Es alguien que vuelve desde aquella antigua ternura
que Ernesto mencionó
es alguien que vivió conmigo en otras vidas
y que seguramente bebió ángeles de sal
y ardió en el fuego de los inconmensurables
y sufrió las llagas, las espinas y los muertos.

NÉLIDA MARTINELLI - Argentina

miércoles, 11 de noviembre de 2009

ESTE POEMA

este poema hablará del mar maldito
que trajo a estas playas las naves
hablará de madres que lloran por sus hijos
tragados por el mar
este poema no dirá nada nuevo
este poema hablará del tiempo
del tiempo sin fin del tiempo indefinido
este poema citará nombres
nombres como lumumba kenyatta nkrumah
hannibal akenaton malcolm garvey
haile selassie
este poema desprecia al apartheid al racismo al fascismo
los motínes klu klux klan en Brixton y Atlanta
jim jones
este poema se rebela contra la división primer mundo segundo mundo
tercer mundo: decisión del hombre
este poema es un poema cualquiera
este poema no tendrá lugar entre las obras maestras
no será recitado por entusiastas
no será citado por políticos ni religiosos
este poema es puñal bomba arma fuego
arde por la libertad
si, este poema es tambor
ashanti mau mau ibo yoruba nyahbingi guerrero
uhruru uhruru
uhruru namibia
uhruru soweto
uhruru áfrica

este poema no cambiará nada
a este poema le faltan unos cambios
este poema es el renacimiento de un pueblo
que se levanta se despierta entiende
este poema habla está hablando habló
este poema seguirá aún cuando dejen de escribir los poetas
este poema sobrevivirá a mi
a tí permanecerá en la historia
en tu cabeza
en el tiempo y para siempre
este poema con el tiempo el tiempo dirá
este poema aún no ha sido escrito
este poema no tiene autor
este poema es solo parte del cuento
de su... historia nuestra... historia la historia sin narrar
este poema ya timbra habla molesta
lo quieres detener y no puedes
porque este poema no se detiene
este poema es largo no es corto
este poema no se domina ni se culpa
la historia de este poema no se ha contado
este poema es viejo nuevo
este poema se tomó de la biblia del devocionario
de playboy el new york times readers digest
de los archivos Cia de los archivos Kgb
este poema no guarda secretos
de este poema dirán pendejada estupidez sinsentido
este poema te observa tratando de buscar el hilo
este poema te revuelve los sesos
quieres dejar de escuchar este poema
pero este poema no te deja
necesitas saber qué te dirá ahora este poema
pero este poema te quedará mal porque
este poema continúa en tu mente en tu mente

MUTABARUKA - Jamaica

Traducción: Claire Pye

RENACIMIENTO TAINO

Renacimiento taino
Si tú plantas bejucos de yuca
en un cayo de coral de un mar poco profundo
tus manos calentando el lomo

de una cordillera submarina
si caminas en un cayo de coral sabiendo
que tu pie masajea un aplastado

pico de montaña, si nadas
en un mar poco profundo oliendo
lamiendo un musgo intemporal

si te acuestas en un cayo de coral
de un mar poco profundo sintiendo
el peso y la maravilla

de doscientos millones de años
de arena viviente es probable que seas
un taino o bahamés vuelto a nacer.


En un cayo de coral
En un cayo de coral donde el turismo es rey
divino y la banca, un príncipe de plata
donde nunca hubo azúcar, ni escasamente
donde nunca hubo algodón, no mucho
para la mano de piel suave
ya muerta la ballena
para la mano endurecida
ya rota la línea de la ballena
Nos hicimos a la mar nos hicimos a la mar.

Ya no pescamos ballenas ni naufragamos
corsarios, piratas o traficantes de ron
según cambian las mareas económicas
No lamentamos nuestra pérdida
de los bahameses del casabe
en el mar de los sargazos
Porque somos los bahameses en su concha
no nos duele lo que
no sabemos que hemos perdido.

En un cayo de coral donde vivimos
En una plantación turística, un feudo
bancario donde el aire esta acondicionado
como lo están las manos que no saben
de la cuerda de pescar o el suelo de la pina
No producimos nada, o apenas
servimos al mundo, o casi
En nuestro servicio con aire acondicionado
Somos los benditos camareros de la gracia divina.


Las manos de Miss Jane
Miss Jane insuflaba aire
en los pulmones de Cherokee Sound
nuestra aldea de corderos monárquicos
balando «Rule Britannia» para siempre

ella una niña esclava de Georgia
una mujer liberada en Ábaco, libre
para dar vida, para acomodar
sus pezones auto-alquilados en
las lenguas de ovejas mamonas

Miss Jane se esforzaba hacia entrañas
hipantes desatando sus nudos de muerte
hurgando hondo dentro de sí misma
cortó el cordón umbilical de su propio hijo

ella dio a luz a la abuela Beble
confortándola con sus chorreantes
pechos tan fofos como bebe de caracol
Beble, una mujer de piel cacao-ciruela
viajaba a las riberas de una isla

con sus oscuros brillos aceitados de coco
cada Día de la Emancipación para celebrar
la manumisión de su Dios viviente
el misterio de las manos de Miss Jane.

MARIÓN BETHEL - Bahamas

Traducciones de David Cherician

lunes, 9 de noviembre de 2009

LAS FURIAS Y LAS PENAS

... Hay en mi corazón furias y penas...

QUEVEDO



En el fondo del pecho estamos juntos,
en el cañaveral del pecho recorremos
un verano de tigres,
al acecho de un metro de piel fría,
al acecho de un ramo de inaccesible cutis,
con la boca olfateando sudor y venas verdes
nos encontramos en la húmeda sombra que deja caer besos.

Tú mi enemiga de tanto sueño roto de la misma manera
que erizadas plantas de vidrio, lo mismo que campanas
deshechas de manera amenazante, tanto como disparos
de hiedra negra en medio del perfume,
enemiga de grandes caderas que mi pelo han tocado
con un ronco rocío, con una lengua de agua,
no obstante el mudo frío de los dientes y el odio de los ojos,
y la batalla de agonizantes bestias que cuidan el olvido,
en algún sitio del verano estamos juntos
acechando con labios que la sed ha invadido.
Si hay alguien que traspasa
una pared con círculos de fósforo
y hiere el centro de unos dulces miembros
y muerde cada hoja de un bosque dando gritos,
tengo también tus ojos de sangrienta luciérnaga
capaces de impregnar y atravesar rodillas
y gargantas rodeadas de seda general.

Cuando en las reuniones
el azar, la ceniza, las bebidas,
el aire interrumpido,
pero ahí están tus ojos oliendo a cacería,
a rayo verde que agujerea pechos,
tus dientes que abren manzanas de las que cae sangre,
tus piernas que se adhieren al sol dando gemidos,
y tus tetas de nácar y tus pies de amapola,
como embudos llenos de dientes que buscan sombra,
como rosas hechas de látigo y perfume, y aun,
aun más, aun más,
aun detrás de los párpados, aun detrás del cielo,
aun detrás de los trajes y los viajes, en las calles donde la gente orina,
adivinas tos cuerpos,
en las agrias iglesias a medio destruir, en las cabinas que el mar lleva en las manos,
acechas con tus labios sin embargo floridos,
rompes a cuchilladas la madera y la plata,
crecen tus grandes venas que asustan:
no hay cáscara, no hay distancia ni hierro,
tocan manos tus manos,
y caes haciendo crepitar las flores negras.

Adivinas los cuerpos
Como un insecto herido de mandatos,
adivinas el centro de la sangre y vigilas
los músculos que postergan la aurora, asaltas sacudidas,
relámpagos, cabezas,
y tocas largamente las piernas que te guían.

Oh conducida herida de flechas especiales!

Hueles lo húmedo en medio de la noche?

O un brusco vaso de rosales quemados?

Oyes caer la ropa, las llaves, las monedas
en las espesas casas donde llegas desnuda?

Mi odio es una sola mano que te indica
el callado camino, las sábanas en que alguien ha dormido
con sobresalto: llegas
y ruedas por el suelo manejada y mordida,
y el viejo olor del semen como una enredadera
de cenicienta harina se desliza a tu boca.

Ay leves locas copas y pestañas,
aire que inunda un entreabierto río
como una sola paloma de colérico cauce,
como atributo de agua sublevada,
ay substancias, sabores, párpados de ala viva
con un temblor, con una ciega flor temible,
ay graves, serios pechos como rostros,
ay grandes muslos llenos de miel verde,
y talones y sombra de pies, y transcurridas
respiraciones y superficies de pálida piedra,
y duras olas que suben la piel hacia la muerte
llenas de celestiales harinas empapadas.

Entonces, este río
va entre nosotros, y por una ribera
vas tú mordiendo bocas?
Entonces es que estoy verdaderamente, verdaderamente lejos
y un río de agua ardiendo pasa en lo oscuro?
Ay cuántas veces eres la que el odio no nombra,
y de qué modo hundido en las tinieblas,
y bajo qué lluvias de estiércol machacado
tu estatua en mi corazón devora el trébol.

El odio es un martillo que golpea tu traje
y tu frente escarlata,
y los días del corazón caen en tus orejas
como vagos búhos de sangre eliminada,
y los collares que gota a gota se formaron con lágrimas
rodean tu garganta quemándote la voz como con hielo.

Es para que nunca, nunca
hables, es para que nunca, nunca
salga una golondrina del nido de la lengua
y para que las ortigas destruyan tu garganta
y un viento de buque áspero te habite.

En dónde te desvistes?
En un ferrocarril, junto a un peruano rojo
o con un segador, entre terrones, a la violenta
luz del trigo?
O corres con ciertos abogados de mirada terrible
largamente desnuda, a la orilla del agua de la noche?

Miras: no ves la luna ni el jacinto
ni la oscuridad goteada de humedades,
ni el tren de cieno, ni el marfil partido:
ves cinturas delgadas como oxígeno,
pechos que aguardan acumulando peso
e idéntica al zafiro de lunar avaricia
palpitas desde el dulce ombligo hasta las rosas.

Por qué sí? Por qué no? Los días descubiertos
aportan roja arena sin cesar destrozada
a las hélices puras que inauguran el día,
y pasa un mes con corteza de tortuga,
pasa un estéril día,
pasa un buey, un difunto,
una mujer llamada Rosalía,
y no queda en la boca sino un sabor de pelo
y de dorada lengua que con sed se alimenta.
Nada sino esa pulpa de los seres,
nada sino esa copa de raíces.

Yo persigo como en un túnel roto, en otro extremo
carne y besos que debo olvidar injustamente,
y en las aguas de espaldas cuando ya los espejos
avivan el abismo, cuando la fatiga, los sórdidos relojes
golpean a la puerta de hoteles suburbanos, y cae
la flor de papel pintado, y el terciopelo cagado por las ratas y la cama
cien veces ocupada por miserables parejas, cuando
todo me dice que un día ha terminado, tú y yo
hemos estado juntos derribando cuerpos,
construyendo una casa que no dura ni muere,
tú y yo hemos corrido juntos un mismo río
con encadenadas bocas llenas de sal y sangre,
tú y yo hemos hecho temblar otra vez las luces verdes
y hemos solicitado de nuevo las grandes cenizas.

Recuerdo sólo un día
que tal vez nunca me fue destinado,
era un día incesante,
sin orígenes, Jueves.
Yo era un hombre transportado al acaso
con una mujer hallada vagamente,
nos desnudamos
como para morir o nadar o envejecer
y nos metimos uno dentro del otro,
ella rodeándome como un agujero,
yo quebrantándola como quien
golpea una campana,
pues ella era el sonido que me hería
y la cúpula dura decidida a temblar.

Era una sorda ciencia con cabello y cavernas
y machacando puntas de médula y dulzura
he rodado a las grandes coronas genitales
entre piedras y asuntos sometidos.

Éste es un cuento de puertos adonde
llega uno, al azar, y sube a las colinas,
suceden tantas cosas.

Enemiga, enemiga,
es posible que el amor haya caído al polvo
y no haya sino carne y huesos velozmente adorados
mientras el fuego se consume
y los caballos vestidos de rojo galopan al infierno?

Yo quiero para mí la avena y el relámpago
a fondo de epidermis,
y el devorante pétalo desarrollado en furia,
y el corazón labial del cerezo de junio,
y el reposo de lentas barrigas que arden sin dirección,
pero me falta un suelo de cal con lágrimas
y una ventana donde esperar espumas.

Así es la vida,
corre tú entre las hojas, un otoño
negro ha llegado,
corre vestida con una falda de hojas y un cinturón de metal amarillo,
mientras la neblina de la estación roe las piedras.

Corre con tus zapatos, con tus medias,
con el gris repartido, con el hueco del pie, y con esas manos que el tabaco salvaje adoraría,
golpea escaleras, derriba
el papel negro que protege las puertas,
y entra en medio del sol y la ira de un día de puñales
a echarte como paloma de luto y nieve sobre un cuerpo.

Es una sola hora larga como una vena,
y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado
transcurrimos,
apartando las sílabas del miedo y la ternura,
interminablemente exterminados.


PABLO NERUDA, Chile